Sobre la libertad y el estupro.

Los “clientes” saben que en los prostíbulos o en la calle hay mujeres y niñas, que son maltratadas y muchas traficadas y también saben que no hay diferencia entre prostitución “libre” y “forzada”, ya que ellos tienen el poder de género y el dinero para acceder a sus cuerpos sin importar el deseo de ellas.

Marta Fontenla, miembro de la campaña: “Ni una mujer más víctima de las redes de prostitución”.

Pero vayamos a esas otras consideraciones. En la prostitución hay algo intolerable, y es que quienes no estén dispuestos a ejercerla se vean forzados a ello mediante coacciones y amenazas. Hay muchas mujeres en esa situación, principalmente inmigrantes traídas a nuestro país por las mafias, con engaños o violencia, y que, deseándolo, no pueden salirse de un negocio en el que jamás quisieron verse envueltas bajo ningún concepto, ni aun muriéndose de hambre. Si, lejos de estar perseguida y penalizada, la prostitución estuviera legalizada; si hubiera un censo de sus practicantes y éstas gozaran de atención médica, seguridad social y el control del Estado, las llamadas “esclavas del sexo” –es decir, las atrapadas en él contra su voluntad, y sin libertad para dejarlo– existirían mucho menos: tendrían a quién recurrir, y las autoridades podrían ayudarlas a escapar de su situación de servidumbre impuesta y clandestina.

Javier Marías, escritor español.

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